Corrupción en el Ejército

Cuatro Q

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La detención del general Salvador Cienfuegos le pega en directo a las fuerzas armadas en las que el presidente López Obrador asiento su poder. Para todos los problemas, la solución es el Ejército para él. Lo usa incluso, para desterrar la corrupción, como constructor y diseñador de sus obras insignias. Es su pilar institucional.

Pero ahora se sabe que los militares son de carne y hueso y que tienen apetitos, muchos de ellos, por el dinero que proporciona mejor forma de vida y da rienda suelta a los placeres y a tentaciones mundanas.

No es de ahora, por la aprehensión de Cienfuegos en Los Ángeles, que los militares, de alta graduación o simples soldados, sienten mucho cariño por el dinero fácil.

Es claro que hay que esperar que las pruebas que la fiscalía presente contra el general mexicano, sean de calidad. Su juicio apenas comienza y este martes se llevará a cabo la segunda audiencia.

La acusación en su contra es por tres delitos de narcotráfico y uno de lavado de dinero.

En un país donde impera la corrupción, los militares también se corrompen, sobre todo si se sienten impunes, como lo son en México.

Nunca, en la historia reciente, se le han conferido tantas facultades y labores al Ejército como en el sexenio actual. Aparte de estar a cargo de la seguridad nacional y la atención a la población por desastres naturales, AMLO les ha encargado de lleno la seguridad pública con la Guardia Nacional. Reformó la Constitución para darles a los militares lo que querían desde el sexenio de Calderón: control total y legal en la guerra contra el narco. Pero, además, les ha ordenado la construcción del nuevo aeropuerto de Santa Lucía (que también administrarán), del aeropuerto de Tulum, de los bancos del Bienestar y de tramos del Tren Maya. Son los que distribuyen las gasolinas, los libros de texto y las medicinas. También ya les dieron el control de los puertos y las aduanas del país.

El Presidente ha justificado la creciente intervención militar por su disciplina, eficacia y honestidad. Bueno, pues resulta que no eran tan honestos que digamos. O eso dicen los estadunidenses.

Tengo una historia triste y personal de mis pareceres sobre el Ejército. De niño, colgado del brazo de mi madre y transitando por la calle de Constancia cuando desembocaba en lo que era el jardín de Santiago Tlatelolco y que la prolongación de Paseo de la Reforma borró del mapa urbano, mi mamá ordenó:

–¡Vamos a cruzar la calle! Ahí vienen dos soldados y a lo mejor vienen mariguanos.

A espaldas del jardín se hallaba entonces un cuartel militar que también el avance de la ciudad suprimió.

Años después, la madre de mi suegra, me corroboró que los soldados, en ese cuartel, fumaban cannabis. “También los oficiales le pegan a la yerba”. Ella, casada con un oficial, vivía en el cuartel.

Las dos experiencias, sin embargo, las apliqué siempre a las escalas bajas del Ejército aunque no dejó de sorprenderme que los líderes de los cárteles tenían infiltrados también a los altos mandos, cuando empezaron a ser aprehendidos y juzgados generales.

Hoy se trata del que durante seis años fue jefe de las tropas: el general secretario de la Defensa Nacional en el gobierno de Peña Nieto.

Se cuenta que El Chapo Guzmán entregó una lista al Departamento de Justicia de Estados Unidos de los contactos que tuvo con mandos del Ejército, entre ellos el general Cienfuegos. Se dice que esa es ¡su venganza!

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