Por: Juan Chávez
Si uno llegara por desgracia a padecer el Covid-19, daría envidia no contar con la atención que el presidente López Obrador tuvo para regresar a sus mañaneras dos semanas después.
Por fortuna, yo no dejo de usar cubrebocas ni máscara de plástico transparente la única vez que me lanzo a la calle, cada 15 días, para procurarme los alimentos de la quincena.
Vivo solo y a los 87 años extremo cuidado y precauciones. Lo hago todo a pie; no uso para nada transporte público alguno que está considerado como el principal foco de los contagios que ya superan los 2 millones.
Pero también da coraje…
Me explico:
Ocho eminencias médicas, encabezadas por el secretario de Salud Jorge Alcocer y su médico particular Patricio Heriberto Ortiz, quien lo intervino en 2013 cuando sufrió un infarto agudo al miocardio, lo atendieron en su recámara del departamento de Palacio Nacional.
Él aceptó participar en un tratamiento experimental de medicamentos elaborado por el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán para atacar la terrible y temida enfermedad de Covid 19.
Dio las gracias a las enfemeras y, por supuesto, a las eminencias que lo aliviaron, pero fue una doctora –Sandra Rajme López, del propio Instituto, la que jugó el rol de enfermera.
Los doctores, claro, de grande historial en los estudios e investigaciones, son epidemiólogos formados en universidades de México, pero especializados en Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel donde se doctoraron en la especialidad.
El tratamiento a que fue sometido el mandatario, fue a base del antiviral Redesivir y el desinflamatorio Baricitim. Medicamentos que, obvio, no son utilizados para la recuperación de los más de 2 millones de contagiados, porque no cuentan con la aprobación de la Cofepris.
AMLO refirió que luego de padecer síntomas como malestar general, dolor de cuerpo y algunos otros, “fui saliendo en la medida que aplicaron el tratamiento y empecé también a ejercitarme, a caminar, a hacer ejercicios de respiración. Afortunadamente salí adelante”.
Un tratamiento experimental que tiene éxito en el presidente, resulta ofensivo para la población que se debate en medio de la mortal enfermedad y para la cual, 2 millones de mexicanos, no hay experiencia que valga. Y eso, que el presidente presume la igualdad como bandera de su 4T.
Ni modo, hay un solo presidente y millones de coronavirus que pululan en los ámbitos de nuestro país y de todo el planeta, atrayéndose a víctimas que en muchos casos caen en la fatalidad inmisericorde porque el “ensayo experimental” fue de exclusividad presidencial. Punto.