Matar periodistas no acalla la crítica

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Información & Análisis

Por: Juan Chávez

AMLO pide no hacer “politiquería” en torno al asesinato de la periodista Lourdes Maldonado en Tijuana.

Antes había dicho que los crímenes de periodistas son herencia del pasado, como consideró también el caso del niño exhumado del panteón de Iztapalapa y aparecido en el contenedor de basura del penal de Puebla.

Son cosas del “podrido” y reciente neoliberalismo, señaló.

Es su forma de ver los acontecimientos de sangre del día. Desviar la concepción de los hechos, atribuyendo la responsabilidad al pasado, “su escudo” favorito para mantener “viva” su popularidad.

En el pasado, presidente, también se asesinaba a periodistas. El apasionante oficio, en mis tiempos de reportero, era considerado de alto riesgo, el número 2, luego del que corren los pilotos de las carreras de autos Fórmula 1.

Pero entonces, presidente, no se asesinaba a tantos comunicadores como en los tiempos de su gobierno cuatro transformista. Tan solo en lo que va de enero han sido ejecutados tres periodistas y usted clama que no habrá impunidad.

El presidente dijo que sus opositores buscan aprovechar este crimen para su causa política. Pidió confiar en su gobierno e insistió en que se investigará el crimen contra la periodista en Tijuana y no hacer “polítiquería” ni “juicios sumarios” por el homicidio de la periodista Lourdes Maldonado.

El presidente expresó que sus opositores, a quienes suele referirse como los conservadores, han aprovechado el homicidio de la periodista para “zopilotear” y para promover “la falsedad”.

El de Lourdes Maldonado es el tercer homicidio de un periodista en lo que va de enero. Antes ocurrieron los de Margarito Martínez y José Luis Gamboa.

Para exigir justicia y un alto a la violencia y la impunidad, periodistas de más de 25 estados del país se manifestaron este martes 25 de enero.

El asesinato de la periodista Lourdes Maldonado galvanizó varios factores en el gremio: los miedos, las frustraciones, la impotencia y, sobre todo, la unión como hace mucho no se veía entre colegas. No hay nada objetivo que permita una interpretación del porqué, después de 51 periodistas asesinados en el sexenio, el de Maldonado haya detonado esta reacción, salvo por el antecedente que, hace casi dos años, la periodista de Tijuana se paró frente al presidente en una mañanera y le dijo que temía por su vida, a propósito de un diferendo laboral con la empresa de su amigo Jaime Bonilla, a quien haría gobernador de Baja California. Quizá fue el recuerdo de aquel momento lo que cambió el metabolismo del gremio, porque el gobierno no tomó en serio lo que denunció Maldonado, que terminó muerta con un balazo en la cabeza.

Durante dos días consecutivos López Obrador ha tocado el crimen. El lunes pidió no brincar a conclusiones para responsabilizar a Bonilla, lo que es correcto, porque no se debe prejuzgar a nadie. Ayer negó que Maldonado hubiera estado en el Mecanismo de Protección de Periodistas federal, que depende de la secretaría de Gobernación, pero dijo que “de todas formas nosotros estamos obligados a aclarar este crimen y evitar que continúen los asesinatos de periodistas y de los ciudadanos. Por eso trabajamos todos los días”.

Si tomamos al pie de la letra las palabras del presidente, lo está haciendo muy mal. Los tres primeros años del sexenio de López Obrador han sido los más violentos en todo el siglo, al cerrar 2021 con una tasa de homicidios dolosos de 72.45% contra 43.37% en el mismo periodo del gobierno de Enrique Peña Nieto, de acuerdo con un análisis del Observatorio Nacional Ciudadano. La tasa de víctimas por cada 100 mil habitantes fue de 25.83 en la primera parte del sexenio de López Obrador, contra 14.74 en el mismo lapso del de Peña Nieto. Esto invalida el llanto permanente del presidente de que el pasado fue peor y que le heredaron un tiradero. Las cosas no estaban bien anteriormente, pero ahora se han agravado.

En el gobierno de López Obrador ya se rebasó el total de periodistas asesinados que hubo en el sexenio de Peña Nieto, que fue el más violento en la historia del país, desde que se empezaron a medir los crímenes en 1992. Entre los dos, de acuerdo con el Comité de Protección de Periodistas en Nueva York, suman hasta ahora dos terceras partes del total de 60 periodistas asesinados desde ese año. México es el segundo país, después de la India, donde más periodistas son asesinados, y de acuerdo con el último informe de Reporteros Sin Fronteras, con sede en París, López Obrador “no ha acometido las reformas necesarias para frenar la espiral de violencia contra la prensa y la impunidad”.

Las cosas no van a cambiar. El presidente sólo tiene retórica y propaganda, no la razón. Antier dijo que, a diferencia de gobiernos pasados, “nosotros no permitimos la impunidad”. La realidad es distinta. La Oficina de Derechos Humanos de la secretaría de Gobernación estima que 97 por ciento de los crímenes contra periodistas queda impune. Esto no es atribuible principalmente a los jueces, sino obedece a las deficientes o nulas investigaciones de los asesinatos. De la misma forma, la impunidad no es responsabilidad primaria del gobierno federal, porque salvo excepciones, cuando los atrae la Fiscalía General, son delitos del fuero común. López Obrador no distingue las cosas porque su mente está enfocada únicamente en su narrativa contra el pasado, que oculta el presente y sus fobias. La prensa es una de ellas, como dejó entrever cuando al hablar en la mañanera de los periodistas asesinados, los empaquetó también con los crímenes de otros ciudadanos.

México es un país donde ciertas profesiones sufren una amenaza persistente, por el simple hecho de hacer su trabajo; es el país más peligroso para uno de los oficios más apasionantes: el periodismo.

El gremio está despierto y unido y busca dejar en claro que “No se mata la verdad, matando periodistas”.

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