Por: Juan Chávez
El presidente López Obrador fracasó en la reunión cumbre de Los Tres amigos, que enmarco en sus símbolos –Juárez, Cárdenas y su historia del pasado con Abraham Lincoln y Franklin Delano Roosevelt.
Para el mandatario mexicano constituyó un desperdicio político y económico, al hacer de la cumbre una cumbre de símbolos
López Obrador, por lo que se sabe, fue un mero pasajero en el asiento de atrás y se desconoce cuántos compromisos cumplirá.
Viajó desde Cancún a Washington, no se sabe en qué tipo de vuelo porque no los hay directos y mientras él volaba, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau estuvo en el Capitolio sensibilizando a legisladores sobre el impacto negativo que tendrían algunas medidas proteccionistas que está impulsando Biden, como son los créditos fiscales a sindicalizados para estimular la producción de vehículos eléctricos.
López Obrador no tiene la más mínima noción de lo que significa el tiempo de un Presidente y salta a la vista lo que está sacrificando en su necedad de deshacerse del avión presidencial que no termina de vender.
Viajó a Washington inútilmente. Trudeau fue con quien primero habló López Obrador en un encuentro bilateral, que comenzó con un discurso de bienvenida en el Centro Cultural de México en Washington, que no habló del presente sino del pasado, que no se refirió a los problemas que enfrentan ambos frente a Estados Unidos y alinearse, aunque fuera retóricamente, contra las acciones emprendidas por Biden que afectan la integración norteamericana.
López Obrador mostró a Trudeau los murales del Centro Cultural y habló de Lázaro Cárdenas y Benito Juárez. Sobre temas contenciosos de importancia para las dos naciones, ni una palabra.
Para la prensa canadiense, el encuentro de Trudeau con López Obrador fue intrascendente. No tocaron el tema central que afecta a los dos: las políticas proteccionistas de Biden, sobre las que López Obrador guardó silencio
Estados Unidos, Canadá y México mostraron ser asimétricos en todo. En imposiciones, como fue la agenda de la cumbre hecha a la medida de la Casa Blanca, en la personalidad y la forma de actuar de sus líderes, y en su densidad y defensa de intereses. Trudeau fue a Washington a buscar el beneficio de empresas y ciudadanos canadienses, frente a Biden, que busca la protección de empresas, sindicatos y clientelas políticas, en choque con el primer ministro. López Obrador debió haber hecho la misma defensa que esgrimió Trudeau, porque las amenazas proteccionistas demócratas son iguales, pero se perdió en la historia corta y en confusiones conceptuales.
Por ejemplo, la integración económica, donde quiere que Estados Unidos jale las economías de México y América Latina. Sobre su visualización regional, ni en lo discursivo le hicieron caso. América Latina sólo existió para que México y Canadá distribuyan en el subcontinente las vacunas anti-COVID que les da Estados Unidos. América Central sólo jugó un papel secundario cuando acordaron buscar oportunidades de empleo para un número no especificado de ellos, pero en los tres países, no sólo en Estados Unidos, como quería López Obrador, y diseñar planes de inversión
productiva, no sembrando árboles. En este renglón, quien pedía una locomotora que generara la integración, quedó integrado en las políticas diseñadas por la Casa Blanca.
Canadá estuvo en lo suyo y emplazó a México. Trudeau hizo énfasis en los temas de inversión extranjera en la industria eléctrica, minería y los compromisos para combatir el cambio climático.
Casi toda la atención estuvo puesta en lo que dijo el presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca después de la reunión de los tres mandatarios.
Pero el primer ministro de Canadá aprovechó para apretar en la relación con México en tres temas: inversión extranjera en la industria eléctrica, minería y compromisos para combatir el cambio climático.
Canadá gano por las exposiciones claras y contundentes que manifestó Justin Trudeau que se oponen a la integración económica de Norteamérica clamada por Joe Biden, en tanto haya una política proteccionista.