3er Informe de AMLO y los ”otros datos”

Cuatro Q

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A esta rendición de cuentas a casi tres años del gobierno del presidente López Obrador, acudieron únicamente los integrantes de su gabinete y algunos invitados (familiares). Fue en el Recinto de Juárez, en Palacio Nacional.

Los contagios de Covid-19 y la baja temperatura, fueron los pretextos para llevar a cabo el evento en “petit comité”.

Fue además, el mensaje porque el tercer informe de gobierno lo entregó el nuevo secretario de Gobernación, Adán Augusto López a la LXV Legislatura de la Cámara de Diputados.

Con el lema “hechos no palabras” el mandatario federal realizó un recuento de su labor a dos años nueve meses de que inició su gobierno.

“La transformación está en marcha”, afirmó López Obrador al iniciar su discurso.

Pero los “otros datos” corresponden a la realidad:

No bajo la inseguridad, no redujo la pobreza, no mejoró la salud y no acabó con la corrupción.

Su camino, a la mitad, está bien torcido, es un laberinto que para nada apuntala el futuro de México: hay 7 millones más de pobres y 15 millones más de personas sin acceso al sistema de salud; fracasa su Insabi y creció el desabasto de medicinas.

La pandemia, con su tercera ola, sigue arrasando a la población. Ayer 31 de agosto y segundo día de la reanudación de clases presenciales, se registraron 11 mil 146 nuevos casos y de acuerdo con la secretaría de Salud el promedio de infectados, en los últimos 7 días, es de 14,647 diarios.

Contra las palabras de AMLO están los hechos, como el revelado en entrevista por Mauricio Hernández Ávila, director de Prestaciones Económicas y Sociales del IMSS.

El funcionario del IMSS señaló este “día del Informe” que en México, la pandemia de Covid-19 ha causado una pérdida equivalente a, por lo menos, 35 millones de jornadas laborales. “El costo para el país, la seguridad social y las empresas, en términos de producción y ausentismo no planeado, es enorme”, aseguró.

Desde abril de 2020 y hasta mediados de agosto de este 2021, el IMSS ha otorgado 3 millones y medio de incapacidades “sospechosas de covid-19”.

Pero también y con claridad meridiana, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, soltó ayer 31 de agosto, otros datos reales: el nivel de la economía de 2018 lo alcanzará México hasta 2023, el nivel de PIB por habitante hasta 2029. Mientras, como dice el refrán: ajo y agua.

Sin su alto parlante mañanero, que es “informe” de todas las mañanas, salpicado de mentiras, López Obrador estaría en la desgracia, por la cantidad de palabras que emite y que falsean la realidad.

Su llamada cuarta transformación está cargada de una ambición inconmensurable, aunque su visión se limita a cuatro obras de infraestructura, importantes por el tamaño, pero liliputiense para aquello con lo que se quiere comparar. Lo que sí ha transformado, pero que no forma parte de su utopía, es la comunicación política.

Su palabra arrolla y esconde verdades, como haber producido en lo que va del sexenio más pobres que sus antecesores y que 70 por ciento de los programas sociales no haya llegado a sus destinatarios. Su política económica, prepandémica, promediaba el peor crecimiento en una generación, y sus ideas de desarrollo han destrozado el valor nacional. A la mitad de su gobierno, carga en su equipaje más homicidios dolosos que los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña

Nieto juntos, en el mismo periodo. Las libertades han retrocedido, la legalidad también, destrozando contrapesos y desmantelando reformas de segunda y tercera generación democrática.

A la mitad del camino ya no habrá cambio de proyecto. Si le va bien con sus obras, dejará infraestructura, pero ni detonará el desarrollo ni será transformación. La mañanera será efímera y no sobrevivirá el sexenio. Tampoco podrá impedir el probable juicio político al que será sometido, que a este medio camino, ya comenzó.

La comunicación política es una herramienta fundamental de cualquier gobierno, donde además de informar y divulgar eficientemente, genera expectativas. Las que produce López Obrador todos los días, vestido como un gladiador que lucha contra todos los enemigos nacionales y universales que conspiran contra él para desbarrancar su proyecto transformador, construye un cielo azul para millones que, sin embargo, no tiene asidero con la realidad. Sin embargo le sirve para sus propósitos, pateando para adelante la realidad que vendrá. López Obrador domina la conversación, pero no la agenda.

Antes de que irrumpiera la pandemia del Covid-19 el desempeño económico de México pintaba para un sexenio de muy bajo crecimiento, mucho más mediocre que el que históricamente tuvieron los mandatos del PAN y del PRI durante este siglo.

Desde el primer mes de este gobierno la constante fue la revisión a la baja de todos los pronósticos del Producto Interno Bruto (PIB). No hubo uno sólo desde el primer mes de esta administración y hasta el choque de la pandemia que no se recalculara a la baja.

Y la razón es muy sencilla, al gobierno del López Obrador le faltan motores económicos, que no los tiene ni en sus proyectos de inversión pública, ni en una política de otorgar facilidades a los capitales privados.

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