Por: Juan Chávez
Hace 504 años, los mayas enseñaron, con arcos y flechas, como se defiende el territorio de la patria mexicana.
En los libros en que aprendimos la historia de México no se cita esa primera gran victoria de las etnias que habitaban las tierras mexicas y mayas sobre los conquistadores españoles, en Champotón, Campeche.
Corría el año de 1517 cuando la tropa de Francisco Hernández de Córdoba (una expedición previa a la de Hernán Cortés), desembarco en lo que, en lengua maya era Chakán Putum, para abastecerse de agua luego de que en Campeche lo habían hecho, y recibido con admiración y sorpresa por sus pobladores.
Un descuido de los invasores vació los barriles y tuvieron que buscar donde desembarcar para saciar la sed que les consumía.
Navegaban costeando y fue así que descubrieron Chakán Putum, como punto de salvación para ir en busca del líquido que necesitaban con urgencia.
Desembarcaron y según los cronistas, con señas hicieron saber a a los mayas que solo buscaban agua. Fueron informados dónde conseguirla y caminaron al pozo que les habían señalado, pero el cansancio y la sed los vencieron y decidieron pasar la noche junto al pozo, con intenciones de invadir el pueblo.
Al día siguiente fue su sorpresa cuando se vieron rodeados por los mayas que los atacaron con sus armas y los hicieron huir de regreso a sus naves… y sin agua.
Hubo muchos españoles muertos y heridos.
El propio Hernández de Córdoba que encabezó la frustrada invasión resultó herido y luego de viajar a Florida y regresar a La Española (Cuba) de donde había partido, murió 10 años después.
En uno de los Chilam Balam se cuenta ese triunfo de los mayas sobre los conquistadores.
Cinco siglos separan los momentos históricos en los que las tierras campechanas fueron vistas y reconocidas por europeos por vez primera. Moch Cohuó, fue el dirigente religioso y político de dicho asentamiento de raíces mayas que venció a los invasores españoles encabezados por Francisco Hernández de Córdoba en 1517.
En sus crónicas Bartolomé de Las Casas lo contó así:
Saltó el capitán Francisco Hernández en tierra con la más gente que llevaba, y entonces vinieron a ellos muchos indios con sus armas y con ciertas hachas de metal, con que debían estar en sus rozas y haciendas trabajando; preguntároles por señas qué querían; respondieron los nuestros que buscaban agua. Los indios les señalaron que fuesen hacia el pueblo, y que por el camino hallarían un río y se hartarían de agua. Fueron como les dijeron, y hallaron un pozo muy bien empedrado en un gran llano, durmieron allí aquella noche sin pasar adelante, porque vieron desde allí una gran labranza con una casa y muchas gallinas de las de papada. Otro día de mañana, estando aún los españoles en el dicho campo llano, vinieron a ellos cientos de indios, entre los cuales vino uno que traía un collar de cuentas de oro, que debía ser el rey o señor principal. El capitán le dijo por señas, si se lo quería vender o trocar, o como acá usamos decir, rescatar, mostrándole ciertas sartas de vidrios de colores, que poco y nada le agradaron, y así se fue con los otros…
Fernández de Oviedo la narra así:
Comenzaron los naturales a flechar, y los españoles se defendieron animosamente y mataron e hirieron algunos de los contrarios; pero como los enemigos eran muchos, fuéles forzado tornarse a embarcar y más que de paso, porque les mataron veinte cristianos e hirieron más de otros treinta; y así mismo fue herido el capitán Francisco Hernández, y si adelante pasaran, ningún cristiano quedara con la vida
El mayor detalle lo proporciona Bernal Díaz del Castillo, superviviente de esa expedición, quien relata que decían en su lengua: al calachoni, que quiere decir que matasen al capitán, y le dieron doce flechazos, y a mí me dieron tres; y uno de los que me dieron, bien peligroso, en el costado izquierdo que me pasó a lo hueco; y á otros de nuestros soldados dieron grandes lanzadas, y á dos llevaron vivos, que se decía el uno Alonso Bote, y el otro era un portugués viejo.
Las armas con que los mayas peleaban en la guerra eran:
Arcos de palo y flechas de cañas delgadas con puntas de pedernal; rodelas y lanzas del tamaño de dardos que tenían las puntas tostadas y de pedernal; lanzaban piedras con hondas
La vestimenta que usaron para la defensa del cuerpo consistía en una tira de lienzo de algodón angosta y muy larga con que daban muchas vueltas y le apretaban muy recio; otros llevaban unos sayetes sin mangas acolchados con algodón.
La victoria de los mayas sobre los conquistadores españoles ha sido inscrita en la celebración de los 500 años de la defensa de la Gran Tenochtitlán y el bicentenario de la consumación de la Independencia.