AMLO arremete contra ¡simulación y desprecio!

Cuatro Q

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Por: Gustavo Cortés Campa → “¡Aquí no se sientan los indios! ¡Espere afuera!” Esta exclamación, en boca de famoso político, pensador y literato de estos tiempos, le habría generado condenas por millares, los amigos le negarían el saludo y le cancelarían invitaciones de todo tipo.

No hubiese importado que explicase el contexto, los antecedentes, la particularidad especial del incidente. Nada. Lo dijo frente a varios testigos. (A quienes explicó el asunto, pero ellos omitieron añadirlo en sus testimonios ante los medios).

Pero el incidente tuvo lugar hace más de 150 años, aproximadamente; no había Internet, ni celulares, ni redes.

Por eso, supongo, muchos, muchísimos eruditos en historia y literatura del siglo XIX no lo conocen, o si lo conocen, lo han omitido en sus crónicas y reseñas.

Se trataba de Ignacio Manuel Altamirano, indio de “raza pura” del estado de Guerrero.

El autor de “Navidad en las montañas” se encontraba en la sala de espera de cierta oficina gubernamental, en animada charla con un grupo de amigos, cuando entró al recinto un señor maduro vestido con impecable levita, sombrero de copa y bastón con puño de oro. Resaltaba su color moreno y sus rasgos indígenas.

Preguntó por don Manuel Payno y el funcionario a cargo le informó que el señor atendía a unas personas y que si podía esperar. Y en el momento que el personaje iba a sentarse, Altamirano soltó el grito citado líneas arriba. El aludido miró atónito al escritor y después de unos segundos su expresión cambió. Los presentes tuvieron la impresión de que había reconocido a Altamirano, pero tocó su sombrero a manera de saludo y abandonó el lugar.

“Sé que están muy sorprendidos –dijo Altamirano-, pero debo explicar: Hace cosa de unos 15 años este tipo era secretario del Ayuntamiento de Chilapa. Mi padre se vio obligado a tratar unos asuntos de sus tierras y el viaje fue de dos días a pie. Al llegar estaba agotado y enfermo. Cuando finalmente pudimos entrar a la oficina

del secretario, nos dijo que debíamos esperar varias horas. Había un asiento vacío en el recibidor y yo le ayudaba a sentarse cuando ese tipo que ustedes vieron aquí, desde su escritorio, gritó: “¡Aquí no se sientan los indios! ¡Espere afuera!

¿WHO IS AFRAID OF CONAPRED?

El escandalito de la semana tuvo como protagonista a un –todavía- joven chihuahuense, Chumel Torres, quien ejerce uno de esos envidiables oficios del siglo XXI, creo que Youtuber donde, con un estilo que algo recuerda al programa gringo Saturday’s Night Live- mismo que le provoca incontrolable diarrea nocturna a Donald Trump- se dedica a hacer chunga de cuanto acontecimiento cotidiano de lugar para una filosa sátira.

Eso le ha ganado, como es obvio, tanto fans como odiadores, pero los principales son los miembros de la 4T y la cúpula de la organización, a quien les parece muy bien la chacota, burla y/o sátira cruel contra Calderón, Peña Nieto o Televisa, pero cuando les toca a ellos, eso no, eso es “campaña pagada”, es racismo, es clasismo, es insulto, es… y para mejorar la oferta, el presidente AMLO hizo una analogía con un torturador. (¡Riata!).

Creo que Chumel no necesita defensores, le sobra talento y mala leche para arreglárselas solito (y más de dos millones de fans que lo sintonizan), pero sucedió que le invitaron a un “foro” organizado por el Conapred (ese que “previene” el racismo y la discriminación) y se armó la bronca.

La “No Primera Dama” pegó de gritos en tuiter, porque recordó que el invitado había “insultado” a su hijo con un apodo que refiere a cierto pastelillo con base de chocolate y con remate de flan.

Con la piel extremadamente delgada, la señora hizo que el famoso “foro” se cancelara. Eran dos temas: “Racismo y clasismo en México”.

Y en su “mañanera”, el señor presidente López Obrador simuló (práctica que por cierto le sale muy bien) no saber o no recordar que cosa era la Conapred. Pretendió confundirlo con los órganos autónomos del Estado (Banco de México, INE, CRE, etcétera), pero que era otro órgano “inútil” para “dar chamba” a los cuates con enormes sueldos. Pero Conapred es un organismo dependiente de Gobernación, igual que la comisión de Atención a Víctimas. (Y ahí estaba doña Olga Sánchez Cordero, con su docta mente en los cerros de Úbeda)

Ahí mismo y en ese momento, la Conapred fue sentenciada a muerte, la presidente del organismo, de apellido Macisse, presentó su renuncia ese mismo día. La siguiente mañana, AMLO anunció que la “nueva presidenta” del organismo ya sentenciado sería “una mujer… indígena”.

¿Y POR QUÉ NO EUFROSINA?

La suerte de las diversas colectividades de indios en la Nueva España quedó asentada, primero, en las Repúblicas de Indios, diseñadas por Hernán Cortés con la finalidad de respetar la autonomía de lo que ahora se denominan etnias, y segundo, por las Leyes de Indias, dictadas por Carlos V, donde metieron la mano en profundidad los bondadosos frailes evangelizadores a fin de que los indios quedaran debidamente protegidos de los males del mundo occidental porque, decían los curas, son totalmente inocentes, como niños.

Todo lo que se ve en este siglo XXI en esos pueblos de indios es la consecuencia de esas muy bienintencionadas iniciativas.

El presidente López Obrador, con aparente indignación, a la vez que condenó a muerte al Conapred, redujo de un plumazo a las víctimas de discriminación y clasismo, a los indios y nada más.

Y por eso soltó a botepronto su idea de que “sea una mujer indígena”.

Muy bien: Se me ocurre una candidata “natural”: Eufrosina Cruz. Tal vez no es muy conocida, pero el perfil lo tiene y de sobra.

Era una niña de 12 o 13 años, en un pueblo de la sierra de Oaxaca, cuando su padre la vendió a un tipejo de 50 años, todo de acuerdo con “los usos y costumbres”. A la niña no le pareció el trato y pidió ayuda a su madre para escapar. Lo hizo de madrugada, con un atado de ropa y unos pocos pesos. Tras una caminata de diez horas llegó a la ciudad de Oaxaca, se puso a trabajar en lo que pudo y a estudiar. Se graduó de contador público en la universidad y pasados unos años se le ocurrió volver a su pueblo y postularse para presidenta municipal.

Ganó las elecciones. Pero los caciquillos del pueblo tenían la última palabra (o las últimas pistolas).

Tomaron las urnas con las boletas, las tiraron y las quemaron, mientras apuntaban con sus armas hacia Eufrosina, a la que conminaron a salir del pueblo y advirtieron: “Si regresas, te vamos a responder con balas”.

No eran fifís, ni blanquitos o fresas: eran indios de raza pura, como el funcionario municipal que injurió al padre de Ignacio Manuel Altamirano.

¿Nombrará a Eufrosina? Si no es fan de la 4T, quizá no.

LA INFALTABLE ESPOSA “GÜERITA”

En la Enciclopedia de México aparece una foto de Emiliano Zapata con su esposa, una mujer morena, típica de los pueblos de Morelos. Pero, curiosamente, en la no muy buena película donde Antonio Aguilar (un zacatecano tan güero que a principios de su carrera se hacía llamar “Tony”) interpreta a Zapata, le inventan un amorío con una muy güera mujer de un hacendado.

Muchos años después, en una serie donde el actor es Demián Bichir, el cuento fue que los amores secretos eran con la hijita de un magnate morelense. Anduvieron cerca, cerquita… pero no.

Para psiquiatras o esos que dicen son psicólogos sociales: Un héroe del pueblo no lo es si no confirma su condición de macho a toda prueba de manera tal que rinde a las primeras de cambio a las hermosas mujeres de los poderosos.

Don Benito Juárez se casó a los 37 años. Y no, no era célibe, ni tampoco hubo sospechas de algo. Tuvo una o dos mujeres… indias, y algunos hijos. La hijita adoptiva del señor Maza era expósita (huérfana en un asilo) y no podría casarse con ningún fifí de la ciudad de Oaxaca.

Benito era Secretario General de Gobierno en el periodo ultrasantanista del general Antonio León. Era “buen partido” y mediante arreglo de beneficio recíproco, Margarita logró matrimonio y don Benito una esposa “muy presentable”. Y todas las hijas se casaron con fifís. Inclusive uno de ellos, Delfín Sánchez, de estirpe aristocrática, pero sin un centavo, que la pasaba en los garitos.

En su libro sobre Zapata, John Womack hace una relación de las haciendas de Morelos, donde aparece Delfín Sánchez con cinco haciendas azucareras con un total de ocho mil 312 hectáreas. (Matrimonio provechoso, pues)

Llegaron los revolucionarios y… ¿Se casaron con soldaderas? Pues… esas muchachas eran para otra cosa. En cambio, había varias señoritas porfirianas en la ruina.

Carlos Fuentes sintetiza el trato así: “Me das clase, te doy lana; me das lana, te doy clase”. Las familias despojadas por la Revolución vieron la recuperación –o al menos parte- vía matrimonial. Y los descendientes se convirtieron en fifís, racistas, clasistas y ¡por supuesto! Discriminadores en grado superlativo.

El general Cárdenas cortejó a una señorita de 16 años hija españoles adinerados que veían con recelo al gobernador salido “del pueblo”, pero ya con fuertes ingresos. Y claro, el general, de costumbres sanas, salía a cabalgar todos los días a las seis de la mañana… y el índice poblacional de Michoacán subía un punto porcentual.

Pero eso sí: A la nena (nunca más de 15-16 años, se le conseguía marido, tierritas y un tractor. Del apellido, ni hablar.

Los revolucionarios convertidos todos en millonarios, se dieron a la tarea de conseguirse una esposa de clase alta, generalmente de familia arruinada (con pocas opciones, pues).

No hace mucho se supo del matrimonio de un joven mexicano, sin fuente de ingresos (o no conocida, al menos) con una hermosa ejecutiva de firma transnacional, de origen brasileño. El primer hijo fue llevado a nacer a Houston, Texas.

Es ya, hace tiempo, la práctica de los fifís latinoamericanos, mexicanos incluidos.

Un hermano del recién casado, hace unos años, le dio por presumir en las “redes sociales” de sus vacaciones en Long Island, en yates de lujo y modelos de Playboy como compañía. (“¿Hay de otras?” se preguntan los niños popis). Y ese muchacho no tiene (o no se le conoce) modo decente de vivir. Parece que ya es la moda sexenal.

Los videos fueron retirados de las redes, pero quedó en evidencia el escaso nivel intelectual del presumido, toda vez que eso incriminaba fuertemente a su padre, metido en la política.

Pero ahora el Papi de ese mismo muchacho recomienda, con severidad, que “los mexicanos no necesitan nada más que un par de zapatos y un cambio de ropa. Los lujos no dan la felicidad”.

AMLO, EL POETA DEL INSULTO Y EL DESPRECIO

En la mañanera donde el presidente López Obrador manifestó su “desconocimiento” de la existencia y funciones de la Conapred, por lo que decretó su extinción, arremetió, sin nombrarlo, contra el chihuahuense Chumel Torres.

Dijo: “Ya basta de simulación. ¿Cómo se va a invitar, la verdad, a alguien que discrimina a un acto de éstos? (El Foro sobre discriminación y racismo) Desde luego que soy partidario de la libertad, pero es el colmo. Son las personas caracterizadas por despreciar a otros, verdaderamente (con) comentarios racistas, discriminatorios y denostando, y resulta que para un foro contra la discriminación se le invita”.

Gabriel Zaid se tomó el trabajo de compilar todos y cada uno de los dichos ofensivos, burlescos, discriminatorios, emitidos por el

presidente de México a lo largo de su actividad político electoral, pero principalmente a raíz de su triunfo el primero de julio de 2018, aunque es posible que el recuento no sea definitivo, porque no hay día no haga más aportaciones.

Por lo que me permito transcribir la relación, en orden alfabético, de la tarea desarrollada por el regiomontano Zaid:

Achichincle, alcahuete, aprendiz de carterista, arrogante, blanquito, calumniador, cajamanes, canallín, chachalaca, cínico, conservador, corruptos, corruptazo, deshonesto, desvergonzado, espurio, farsante, fichita, fifí, fracaso, fresa, gacetillero vendido, hablantín (¡!), hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, intolerante (¡!), ladrón, lambiscones, machuchón, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, obnubilados, oportunista, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, paleros, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñazo, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas porfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, zopilote”.

Concluye Zaid: “Insulta a diestra y siniestra, aunque ‘con todo respeto’. Desprecia y descalifica, pero con ‘amor y paz’”.

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