Por: Juan Chávez
1968 no fue un año cualquiera para México, Checoslovaquia o Francia. En realidad, no fue un año cualquiera para el mundo en general.
El llamado Mayo Rojo de París fue el nacimiento de las protestas por cambiar todo. Está registrado, en los anales de la historia, como la utopía de quererlo transformar todo bajo el lema prohibido prohibir.
Pero no resultó nada utópico… porque las protestas de los jóvenes, sobre todo universitarios, fueron de carácter mundial. De hecho, formó el primer evento globalizador al que seguirían, en las décadas siguientes, la desaparición de la discriminación racial en Estados Unidos y en todo el planeta, la caída del muro de Berlín y la disolución de la poderosa Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) en los años 90.
La antigua unión se dividió en 15 nuevos países independientes, algunos de los cuales habían sido en el pasado fundadores de la Unión Soviética. La Unión se derrumbó por la burocracia y la represión ideológica en diciembre de 2002, como secuela lejana del 68.
En el 68 floreció la prensa libre, los artistas y escritores comenzaron a expresar sus ideas y Checoeslovaquia causó alarma en Moscú cuando proclamó que quería crear “una sociedad libre, moderna y profundamente humana”. El nombre que se le dio a esta temporada de florecimiento de la esperanza y el optimismo fue Primavera de Praga.
La primavera de Praga duró apenas ocho meses, pero sirvió para que muchos países comunistas de Occidente comenzaran a alejarse de las ideas de la Unión Soviética.
Claro que allá, como en el México de los Juegos Olímpicos del 68 hubo represión. Represión sangrienta que quedó registrada en la historia como la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
La caracteriza del movimiento en los países del mundo, fue “La aparición del tanque en todas las esquinas”, lo que constituyó la quiebra universal y sus sistemas.
Hay quien apostilla el cuento de todos los tiempos como la desaparición de la Filosofía y la aparición del Tanque, para sintetizar y simplificar los acontecimientos mundiales del 68.
La crisis, en México, se inició al final del régimen de Ruiz Cortines, cuando aparecieron los líderes obreros comunistas Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Heberto Castillo, Othón Salazar y el guerrillero Rubén Jaramillo.
La rebelión universitaria mexicana fue una expresión más de la rebelión juvenil mundial.
En ella, como en Praga, Chicago o Boston se dio una misma imagen, un mismo Tanque.
En el país, el 27 de agosto, estudiantes que protestaban en el Zócalo, decidieron bajar la bandera nacional y colocar una pequeña bandera rojinegra, Para la madrugada del día 28, tanques del Ejército salieron de Palacio Nacional para dispersar a los manifestantes.
El presidente Díaz Ordaz se hallaba de gira en una entidad del Pacífico donde, a petición expresa de cinco periodistas, entre ellos su servidor, demandaron a Fernando M. Garza, jefe de Prensa del mandatario, una explicación de los tanques que merodeaban amenazantes el barrio estudiantil en el Centro Histórico.
La posición de los periodistas obligó al general Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial, a declarar: “Necesitamos que escurra sangre para saber de dónde viene el movimiento”.
Estaba escrito, entonces, que los estudiantes iban a ser reprimidos por las fuerzas armadas.
El rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, había sido acusado en la Cámara de Diputados que lideraba el priista Luis M. Farías, de ser el instigador del movimiento estudiantil contra el gobierno.
Los estudiantes, que ya contaban con el apoyo de los maestros, padres de familia, activistas políticos, intelectuales, obreros y ciudadanos, entre sus demandas concretas exigían la destitución de jefes de policía, desaparición de grupos de choque y la eliminación del delito de “disolución social”, con el que se justificaban detenciones arbitrarias.
Como en La Primavera de Praga, el movimiento estudiantil de México, buscaba modificar progresivamente los aspectos totalitarios y burocráticos de sus gobiernos.
Allá, el movimiento acabó en agosto de 1968, cuando las tropas de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus aliados del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia y pusieron fin al proceso de apertura política.
Acá, el movimiento se disipó después de la matanza de Tlatelolco y de la salida del Ejército de Ciudad Universitaria, cosa esta última que aconteció en diciembre de 68, mucho después, desde luego, de la celebración de los Juegos Olímpicos, en cuya inauguración, al ser liberadas en el estadio de CU millares de palomas blancas, apareció rumbo al cielo un papalote negro.
Este sábado 2 de octubre, se cumplen 53 años de la sangrienta masacre de Tlatelolco. Pero cabe advertir que los movimientos del 68 en el planeta respondían a distintos intereses: el mayo francés era distinto al movimiento estudiantil mexicano e infinitamente distantes de la Primavera de Praga, pues ahí estaban en contra del modelo socialista y aquí muchos abogaban por ese modelo.
Fue un año convulso, el año en que mataron a Robert Kennedy; Mao Ze-Dong desapareció literalmente al presidente de la República Popular China, Liu Shao Qui; sucedió el primer asesinato reivindicado por la ETA; estalló una guerra civil en Guatemala; hubo un golpe de Estado en Perú, y en Brasil se impuso la dictadura de Arturo da Costa e Silva.
Más allá del 68 mexicano, fue “el año que transformó al mundo”.
Un año en que las noticias sobre otras partes del mundo, sus revoluciones y protestas también inflamaron el sentimiento de rebeldía. La juventud se sintió parte de un movimiento universal y adquirió un sentido de pertenencia y legitimidad. Pero no solo eso: los abusos y crímenes de los gobiernos salen a la luz e inflaman el descontento de la sociedad, que sigue los agitados debates por televisión y sale a las calles para protestar. Las cámaras también están allí para grabar y dejar constancia de las numerosas manifestaciones y las retransmiten al mundo entero, que se hace eco del movimiento universal surgido en el Mayo Rojo de París.