Juan Chávez
El Presidente ve bizco por no decir que solo mira a las causas que le convienen y padece ceguera política en alto grado.
Mediático al fin, apenas se enteró de la detención del general Salvador Cienfuegos en Los Ángeles, se lanzó al ruedo en su balero-mañanero donde ya tiene tiempo de no hacer capiruchos y, en contrario, riega el tepache.
Dijo, muy horondo, que la detención del secretario de la Defensa en el gobierno de Peña Nieto, es “Muestra inequívoca de la descomposición del régimen”.
Dio, en un aparente golpe al pasado al que se aferra, un visto bueno a tal detención y juzgó, en un sumario político mediático, al general de cuatro estrellas.
Su precipitación, no más por considerar que todo lo que ocurre a los políticos del pasado, le obliga ahora a meter frenos y a rectificar.
No es de dudarse que el latigazo se lo soltara su secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval, ante el descontento de las tropas y los mandos medios.
México exigirá el expediente de investigación al Departamento de Justicia de los Estados Unidos y a la poderosa DEA (institución antidrogas)) para saber con certeza en que hechos fincaron la aprehensión del general Cienfuegos.
Eso, que expuso ampliamente el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, es lo que desde un principio debió haber exigido el señor de Palacio Nacional y no andarse por las ramas en afán de sembrar todo lo pasado en su huerto electorero y fortalecimiento de su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
No tienen sentido los comentarios del embajador Landrau en el sentido de que desde llegó a la embajada estadounidense, sabía de la investigación pero no podía informar por la secrecía. El diplomático, finalmente, informó a Ebrard de la detención, el mismo día en que el general Cienfuegos fue detenido en la ciudad angelina y encerrado en la de cuadritos.
México, de no recibir respuesta positiva a su demanda, romperá con su cooperación con la DEA y no atenderá más las peticiones de extradición de líderes de los cárteles que están exigiendo las autoridades gringas.
Medida, claro, surgida de la rectificación a la palabrería presidencial de “descomposición del régimen”.
L(i)opez debiera frenar sus declaraciones al aire y meditar un poco de las averías que ocasionan al Estado mexicano.
Pero L(i)opez es un desatado. ¿Quién lo controla?