Por: Juan Chávez
En la celebración del Día Internacional de la Mujer, aparte de la marcha convocada para las 4 de la tarde, sobresale el “Muro de paz” que rodea a Palacio Nacional, convertido en auténtico bunker de quien lo habita, más que protección de su paredes… Es el “Muro Anti Mujer”, planchas de acero de 3 metros de altura, que López Obrador dispuso se levantara, más que nada, por el miedo que le tiene a los colectivos femenistas.
En el Muro de la Paz, el viernes 6, con letras blancas bien grandes, destacaba la frase acusatoria al gobierno de López Obrador:
“Víctimas de Feminicidio” y debajo, los nombres de las muchas mujeres que han pagado con sus vidas la ineficiencia del muy macho que encabeza el gobierno y que nada hace por frenar la violencia contra las mujeres.
En los dos años del gobierno de AMLO se registran 4 mil 267 casos de desaparecidas y los colectivos feministas exigen justicia.
Aun con la pandemia encima, la marcha de mujeres exigió igualdad, en todos los terrenos, con el hombre.
Inegi señala que 8 de cada 10 hombres son activos en el terreno laboral, en tanto 4 de cada 10 mujeres, apenas se hallan en tal mercado.
Eso, sin contar con la soba que muchas mujeres que trabajan, se ponen en las actividades domésticas del hogar.
La sobrecarga de labores domésticas y de cuidado a terceros representa uno de los limitantes más importantes a la participación femenina en el mercado laboral. Muchas mujeres se encargan de la totalidad o al menos la mayor parte de la limpieza de casa, los arreglos, las compras, los pagos, los cuidados de los hijos e hijas o de los adultos mayores y, ahora con la pandemia, también se encargan de la educación de los menores.
Estas tareas consumen un nivel de tiempo tan extenso como cualquier jornada laboral de ocho horas, como lo establece la Ley Federal del Trabajo, o incluso mayor. Esta situación genera que millones de mujeres tengan que dedicar la mayor parte de su tiempo a estas actividades no remuneradas en lugar de ocuparse en el mercado laboral.
“Las vallas de metal que cuidan Palacio Nacional, hoy recuerdan ese aire que se respira cuando se visitan lugares que conmemoran pasajes terribles y vergonzosos de la humanidad como el Muro de Berlín, el Monumento a los judíos de Europa asesinados durante el Holocausto, o el Memorial del 9/11 en Nueva York. No pretendo comparar tragedias, sería irrespetuoso para todas. Pero es ese silencio pesado que invade estos lugares lo que se siente al ver frente a Palacio Nacional esas vallas que llevan los nombres de mujeres asesinadas. Para nombrarlas a todas ¡les faltan vallas!”, escribió Pamela Cerdeira.
Cuando la gente pasa a su lado, se detiene, las ve, lee los nombres. Hay mujeres y hombres colocando flores entre los pocos huecos que encuentran. Los remaches fueron transformados en cruces con pintura rosa, y desde el pequeño enrejado de la parte superior se alcanza a ver un edificio custodiado por militares, para cuidar a quien dijo que el Estado Mayor Presidencial era ostentoso.
El presidente que nunca ha mencionado a una sola de las víctimas de feminicidio por su nombre, ha dormido en un Palacio al que solo lo rodea eso, los nombres de las mujeres víctimas de feminicidio.
Los muros son el símbolo del miedo. El muro de Trump era el símbolo para proteger a los estadounidenses del irracional miedo que sienten ante los migrantes: los asesinos y violadores, dijo en su momento. El muro de López Obrador representa el miedo que siente del movimiento feminista. Y le ha importado un comino aislarse, interrumpir sus matinées dizque informativos, cuando todos sabemos que es el altar de los insultos a quienes no están de acuerdo con su desfigurado gobierno que no consciente a las mujeres activistas.